El hilo de hoy es de un interludio que siempre me hace llorar, es un poquito más de la historia de Lift, la niña que no quería crecer.

🎨Paul Canavan

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—Centímetro y medio más que la última vez —dijo.

—Lo siento, ama.

Lift se dejó caer en su nido de mantas, con ganas de acurrucarse y llorar.

—Voy a dejar de comer —dijo—. Eso me atrofiará el crecimiento.

—¿Tú? —repuso Wyndle—. ¿Dejar de comer?

Tormentoso spren. Lift se quitó la camisa, se ciñó más la tela aunque le pellizcara la piel y volvió a ponerse la camisa. Después se tumbó y contempló las marcas en la pared.

—Ama —dijo Wyndle—. ¿No crees que ya es hora de contarme qué fue exactamente lo que pediste a la Vigilante Nocturna?

—Da lo mismo —dijo ella—. Eran todo mentiras. El don. Las promesas. Mentiras, mentiras, mentiras

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Ella no… no piensa de la misma forma que el resto de nosotros. Cultivación la creó para estar apartada, separada de la humanidad. La percepción que tienen los mortales de la Vigilante Nocturna no influye en ella. Madre quería una hija cuya forma creciera de manera orgánica.

»Eso hace a la Vigilante Nocturna menos… bueno, menos humana que un spren como yo. Aun así, no creo que sea capaz de mentir. No es algo que ella pudiera concebir, me parece.

—La mentirosa no es ella —respondió Lift, cerrando los ojos. Tormentas. Se había apretado demasiado la tela. Apenas podía respirar—. Es la otra. La del vestido como hojas, que se fundía con la maleza. Pelo como ramitas. Piel del color de la piedra marrón oscura.

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Caramba… si madre está involucrada… a lo mejor lo que usas no es luz tormentosa en absoluto. Hum… ¿Te das cuenta de lo especial que eres, Lift?

—Yo no quería ser especial. Solo quería lo que pedí.

—¿Que era…? —preguntó Wyndle.

—Pedí no cambiar —susurró Lift, abriendo los ojos—. Dije que, cuando todo lo demás vaya mal, quiero ser la misma. Quiero seguir siendo yo. No convertirme en otra persona.

—¡Pedí no cambiar! Así que ¿por qué estoy cambiando?

—Sigues siendo tú. Solo que una versión más grande.

Lift volvió a cerrar los ojos con fuerza.

—Ama —dijo Wyndle—. Lift. ¿Querrás decirme por qué te molesta tanto? Todo el mundo crece. Todo el mundo cambia.

—Pero yo soy… soy su niñita.

—¿La niñita de quién? —preguntó él con voz suave—. ¿De tu madre?

Lift asintió. Tonta. Sonaba tonto y ella era tonta. Su madre estaba muerta. Y punto.

¿sentir que su propio cuerpo la convertía en alguien distinto y no ser capaz de impedirlo?

Todo ser humano vivía con un horrible terror, y ninguno se daba cuenta. Sus propios cuerpos mutaban, y se elongaban, y empezaban a sangrar, y se estropeaban por todas partes. ¿Y nadie hablaba de ello? ¿A nadie le daba miedo? Pero ¿qué les pasaba?

«La última vez que las cosas fueron bien —pensó Lift—, estaba con ella. Antes de que enfermara. Y era su niñita. Si me viera ahora, no me reconocería.»

Unos spren extraños, como caras burlándose de ella, aparecieron cerca.

Wyndle, muy despacio, la envolvió con sus enredaderas. Amable, como un abrazo. Aunque otros apenas podían notar el contacto de sus spren, para ella Wyndle era sólido. No cálido, desde luego. Pero… sí que fue reconfortante que le apoyara su cabeza de enredaderas en el hombro

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